Algo así me siento todos los días...

martes, 9 de octubre de 2007

Coleccionando amantes de paso en las sábanas de un cuarto de hotel (Capítulo II)

El claxon me regresó de nuevo al mundo real. Volteé y el carro estaba justo a mi lado. Un hombre de no más de treinta y cinco años estaba en él, sonriéndome. Abandoné mi cara de perdido y me acerqué con una sonrisa pícara hacia él. El ritual básico. Saludo, plática, coqueteo, hablar de precios, subirse al auto, viajar al hotel. Mi cuarto reservado estaría listo nuevamente. El trato era ese. Yo llevaba clientes, Alex cobrara más caro de lo normal, me daba una parte al final de la noche y se comprometía a tenerme el cuarto listo para cada cliente. Siempre ha sido tan bueno conmigo.
Una vez me invitó a cenar. Me dijo que me tomara un día libre y fuera a cenar con él, tenía ganas de platicar conmigo y conocerme mejor. Al inicio dudé, pensé que sería como otro de mis clientes, pero no fue así. El mostraba un interés real en mí. Se preocupaba. Me sorprendió encontrar a alguien así, nunca me había topado con alguien que me tratara de esa forma. Pero me agradó, me sentí a gusto. Le tomé cariño. Y hasta la fecha no se lo pierdo.
Él conoce los riesgos de este negocio, él mismo me los dijo más de una vez. Insistió en ayudarme, no quería dejarme solo a mi suerte en un mundo como éste. Periódicamente se encargaba de llevarme con un doctor, a una clínica privada. Nunca confió en las clínicas públicas, dicen que estorban más de lo que ayudan. El análisis general de cada cuatro meses. Nunca salió nada malo, afortunadamente. Pero siempre tenía la misma cara… antes de que entregaran el sobre se tensaba. Pobre… siempre lo hago preocuparse por mí.
La voz conocida de Juliana me saluda desde la ventanilla. Le esbozo una sonrisa y regreso la mirada al frente. Ya habrá avisado seguramente para que salgan de mi habitación antes de que llegue con este hombre. Sería malo para mí si llegara y encontraran la habitación con señas de haber sido usada. O sería malo para Alex, ya que el cliente le acusaría de no tener el cuidado adecuado de sus instalaciones. ¿Cuántas personas pondría Alex a encargarse de mi habitación cada noche?
Me propuso el trato en la cena. Llevaba realmente poco de conocerlo, a lo mucho un mes. Me sorprendió la presteza con la que decidió establecer ese tipo de relación conmigo. Pero bueno, Alex es un hombre de negocios. Donde ve la oportunidad, la aprovecha. Sabía que yo era un cliente frecuente y que iría más de una vez por noche a su hotel. ¿Por qué no aprovechar la situación? Si lograba engañar a los clientes y cobrarles un poco más de lo normal, el negocio sería bastante redituable para él. Sólo no entendí por qué insistió en pagarme también. Cualquier otro me hubiera dicho que me bastara con lo que me pagaban ellos, pero él no. Él decidió ayudarme todavía más. Llegaba a darme hasta mil pesos por noche. Mis ingresos eran de hasta más de tres mil pesos por noche.
Pude darme una gran vida con eso. Ropa de marca, comida cara, celulares, Ipod, antros, fiestas, vicios. Hasta una laptop me compré. Incluso me pago yo sólo mi alquiler. Era un departamento pequeño, más bien casi cuarto. Dos habitaciones, un baño chico, una sala comedor del tamaño de sólo uno de los dos y una cocina que más bien era un pasillo. Y el patio era como de juguete. Pero no importaba, sólo vivía yo ahí. Y casi no pasaba tiempo en él. Solía vivir mi vida en el centro, en los cafés, restaurantes, en los cines, paseando por todos lados.
No, no tenía amigos de verdad. Conocidos muchos, algunos “compañeros de trabajo”, pero ningún amigo verdadero. En ocasiones los muchachos y yo nos juntábamos para hacer algo, darnos un día libre del trabajo diario. Claro, eran fiestas de lujo y perdición. Todos, ganando buen dinero, sin más en qué gastarlo que en uno mismo… No creo que sea necesaria más explicación.

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