Algo así me siento todos los días...

miércoles, 10 de octubre de 2007

Coleccionando amantes de paso en las sábanas de un cuarto de hotel (Capítulo III)

El carro se detuvo y se apagó. El hombre esperó a que se cerrara la puerta de la cochera del cuarto y entonces abrió la puerta y se bajó del auto. Yo hice lo mismo. Esperé a que subiera las escaleras y abriera la puerta. Sí, ése era mi cuarto; igual que siempre. Recogido, ordenado, aroma de inciensos, velas y mi taburete lleno de rosas secas. Ahora debía conseguir dos más para mañana.
Actué rápido, me quité la ropa y la puse a un lado, los pantalones hasta abajo. Había que mantener mi dinero lejos de él. Mis llaves, el celular, mi cartera y otras cosas las tenía guardadas en un cajón. Nadie nunca lo abría, ni siquiera se acercaba a él. Estaban seguras ahí. Pero el dinero de cada noche sí debía cargarlo yo, y no dejaría que alguien intentara robarme mientras me desviste. Me acosté en la cama y esperé.
El hombre comprendió parte de mi plan y no perdió tiempo en despojarse de sus ropas tampoco. En cuanto estuvo desnudo se echó a la cama, sobre de mí. Comenzó a besarme el cuello y acariciar mi cuerpo, pasando de inmediato sus manos a mi entrepierna. Yo sólo me dejaba llevar, como cada noche. Evitaba verlos a los ojos y aún menos besarlos. Ya había entregado mi cuerpo, no haría lo mismo con mi alma. Quizá ya no era virgen, en el sentido que muchos piensan. Pero para mí, mientras no me hubiera entregado en un beso, no habría perdido mi virginidad realmente.
Siempre era lo mismo, por eso no me preocupaba de ser besado. En cuanto veían mi cuerpo desnudo, se lanzaban a lo que realmente les importaba. Un beso era nada para ellos. Era una pérdida de tiempo. ¿Para qué besar si se podía pasar directamente a algo mejor? Eso demostraba que mi estrategia funcionaba. Después de todo, no me pagaban por besar o ser besado. Claro, eso no exenta que más de uno haya intentado. Pero siempre me niego. No les importa, mientras les entregue lo demás.
En algunas ocasiones he sido el que ha sentido el impulso de besar, pero debo controlarme. No, nunca he conocido lo que es el amor en verdad, supongo que por eso me confundo a veces. Hay quienes me tratan estupendamente y me generan un sentimiento de protección. Me siento bien. Y quiero besarlos. Pero no lo hago, sé que no debo hacerlo y me controlo para evitar cometer una tontería. Es obvio que ese sentimiento es una falacia, provocada por las maneras de esos hombres. O quizá por mi falta de un verdadero amor que me dé una pauta a seguir.
El más memorable ha sido Andrés. Sí, aún lo recuerdo. Yo tenía 17 años al conocerlo, él me llevaba diez años. Siempre se portó muy lindo conmigo. Me veía al menos unas dos o tres veces por semana, claro, sólo para ir al hotel. Pero me frecuentaba mucho. No sé decir si me enamoré de él, pero la verdad sí me interesó. Especialmente por su actitud y su insistencia. Incluso perdí ya la cuenta de las veces que lo hicimos, pero fácil fueron más de diez o quince. Y en las últimas debí resistir grandemente el impulso de besarlo.
Era un hombre bastante interesante, muy listo, platicador, atento, curioso, inteligente, alegre, detallista. Ha sido el único que tuvo el valor de abrazarme al menos cinco minutos luego de haberlo hecho. La primera vez me resistí un poco. No me gustaba la idea, además de que me hacía perder tiempo. Pero con el tiempo me fui acostumbrando y hasta me fue gustando. La última vez creo que hasta me quedé dormido. Fue mi único cliente de esa noche, pero no me importó. Me gustaba estar con él. Hasta que desapareció. Nunca supe qué fue de él, simplemente ya nunca volvió a aparecerse por mi calle.Algo dentro de mí se sintió raro cuando dejó de ir. Pero no podía permitirme sentir, era algo que iba en contra de mi profesión. Lo dejé pasar, como uno más, simplemente otra persona que solicitaba mis servicios en busca de compañía por un momento. Pero dentro, muy dentro de mí, sí sentía ese extraño dolor que nunca logré entender, y hasta la fecha me sigue siendo un misterio.

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