Algo así me siento todos los días...

martes, 8 de abril de 2008

Lalassu (1° parte)

Leonardo se escondió debajo de la mesa, tratando de que el mantel ocultara lo más posible de él. No sabía exactamente cómo había terminado ahí, pero sabía que de cualquier forma, no era bueno. Escuchó pasos cerca... Si no encontraba la manera de salir rápido, todo quedaría ahí.

La emoción y el nerviosismo le cruzaban por todo el cuerpo. Había estado esperando este momento por mucho tiempo, todo el que le tomó reunir los elementos necesarios, esperar la fecha adecuada y poder prepararse como debía de ser. Una parte de él tenía miedo de lo que pudiese pasar, previamente se había preocupado en informarse cuáles podrían ser las consecuencias negativas de ello. Pero a pesar del riesgo que podía correr, estaba decidido a hacerlo y no se retractaría ahora. Miró por la ventana. La luna estaba justo frente a él, enorme, rojiza, irradiando una tétrica luz por todo el mundo. Un haz rojizo entraba por la ventana y caía al suelo, en la habitación oscuras. Casi cubierto por la luz, un extraño símbolo estaba marcado en el piso. Frente a él, Leonardo esperaba impaciente. Unos minutos más... sólo unos minutos más.

La puerta del fondo estaba abierta. Leonardo salió de debajo de la mesa y corrió hacia ella, tratando de no hacer ruido. Con discreción la cerró y miró finalmente la nueva habitación. Un salón enorme, lleno de pinturas en las paredes, candelabros en el techo, algunas estatuas y algo que parecían dos tronos al fondo del mismo. En su desesperación por ocultarse, Leo corrió hasta los tronos sin fijarse en las pinturas o las esculturas. Y ni siquiera quería verlas, ya sabía lo que estaba en ellas. Y si no escapaba a tiempo, lo sabría de primera mano.

El símbolo estaba cubierto por la luz, todo estaba en su lugar, el ambiente estaba perfecto... sólo faltaba que él lo hiciera. Respiró profundo, dio un paso y comenzó. Sabía que se podía meter en problemas, y ahora más que nunca tenía miedo. Pero no se detendría. Sólo muerto lo podrían detener de su intento.

Ya había estado vagando algún tiempo por los pasillos, buscando algo, lo que fuese, que lo sacara de ahí. Sabía ahora que su intento sería en vano y que su única posibilidad era salir de ahí. ¿Cómo había sido tan tonto como para creer que podría lograrlo? Casi le dio risa al recordar el momento en que tomó la decisión, emocionado, pensando en las posibilidades. La vista de los cuadros en las paredes acentuaban ese sentimiento de ironía y aprehensión que lo invadía en esos momentos. Fue entonces cuando lo oyó. Se acercaba por un pasillo lateral que estaba un poco más adelante. De inmediato, Leonardo corrió hacia la puerta más cercana y entró.

La única salida del salón era una trampilla en el piso detrás de los tronos. Sentado en el piso detrás de uno de ellos, tratando de ocultarse, Leonardo reflexionaba si sería la mejor opción el meterse ahí. Las posibilidades de escapar aumentaban, pero igual no sabía lo que encontraría dentro. Podría resultar mucho peor... En dos segundos se decidió y se metió en ella. Cuando cerró la trampilla, escuchó que la puerta del salón se abría.

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