Y que no ha de ser la noche testigo
de lo que mi corazón ahora siente,
que si es que la llama arde
o son sólo cenizas calientes.
Y que no ha de ser la noche testigo
de unos ojos en el vacío perdidos,
de unas manos que tiemblan de frío,
de una boca que suelta un suspiro.
Y que no ha de ser la noche testigo
del agua que lenta se derrama,
del viento que sopla frío,
de la luna de excelsa plata.
Y que no ha de ser la noche testigo
del dolor de mi alma,
porque aunque no lo creas
ya no existe la llama.
Que no es frialdad y no es olvido,
es como la luna del cielo,
que una noche intensa brilla,
y a la otra el brillo ha muerto.
Y que no ha de ser la noche testigo
porque ella no podrá ver,
lo que hasta ahora no ha sido,
lo que no es, y que nunca fue.
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