Algo así me siento todos los días...

domingo, 9 de diciembre de 2007

Coleccionando amantes de paso en las sábanas de un cuarto de hotel (Capítulo VII)

Quiero olvidar mi pasado, estos últimos cuatro años de mi vida. Sólo soy un joven de veinte años, quiero más de esta vida que un cuarto lleno de rosas marchitas. Quiero algo nuevo y diferente, algo más alegre. Algo que no me provoque esta sensación de vacío y tristeza. Lloro. Me pego más al pecho de Alex. Él no dice nada y sólo me abraza, recarga su cabeza en la mía, me besa nuevamente. Acaricia mi cabello… son caricias suaves, cálidas, delicadas, no como las de mis clientes que son frías y ásperas. Son caricias de cariño… él me quiere, sí, lo sé. Siempre lo supe. Levanto mi cabeza y lo miro a los ojos. ¿Lo quiero yo? ¿Es posible que me pase esto a mí? ¿A mí, que se supone soy frío y nada de esto me afecta? Lo veo. Sus ojos son tan cálidos.
“¿Sabes? Yo sólo tengo una rosa en mi oficina”. ¿Una rosa? ¿Él también quiso coleccionar amantes? ¿Pero por qué sólo una? ¿Un hombre tan guapo, atento y varonil como él no debería tener más de una rosa? Seguramente no tendría tantas como yo, no lo dudo, pero tampoco sería de tener sólo una. No despega su mirada de mí y me cohíbe. Bajo la mía y la clavo en el piso. Lentamente, nervioso, pregunto sobre esa rosa. Tengo curiosidad, conocer al único amante de mi jefe.
“Es alguien muy especial para mí, tan especial que su rosa no está marchita”. Lo volteo a ver nuevamente. ¿No lo esta? Pero las rosas no durarían mucho cortadas, se secarían a lo mucho luego de una semana. De repente, como si me hubiera estrellado con una pared, me llegó el recuerdo. Una rosa… una única rosa. Un rosal hermoso, en una maceta, que siempre tenía una única rosa, tan roja como la pasión y de un aroma tan dulce como el amor. ¿Era esa la rosa de Alex?
“Sigue viva porque mi amor sigue vivo. Se marchitará sólo cuando mi amor muera”. No, eso es magia. Eso no existe. No es posible mantener una rosa viva sólo con amor. Incluso esa rosa se secaría tras unas semanas de haber nacido. Pero ahora que lo recuerdo, nunca he visto la rosa marchita, ni he visto que haya florecido en otro lugar. Y su aroma es tan fuerte y siempre irradia esa juventud de la rosa roja. Lo supe desde el inicio, aunque lo oculté después muy en el fondo. Esa rosa era especial, siempre lo supe, no era como cualquier otra rosa, pero omití eso de mi mente y lo oculté en lo más profundo.
Alex aún me mira, incesantemente. Le regreso la mirada. Es tan cálida y protectora. Me inspira confianza, una confianza que jamás sentí en nadie. Vuelvo a hundirme en su pecho y escucho su corazón. Late rápido, parece agitado, nervioso o excitado. No… nervioso, más bien es eso. ¿Pero nervioso de qué? O… ¿emocionado? ¿Por tenerme con él? Siento mi corazón. Está igual. ¿Por qué? Nunca antes había estado así. Tengo miedo pero… pero a la vez lo pierdo si me mantengo abrazado a él.¿Por qué lo preguntas? No, no sé quién es ese amante… ¿qué voy a saber yo de tu vida privada? No es algo que me incumba. Puede que seamos muy buenos amigos, casi íntimos inclusive, pero hay un espacio que respeto y en el cual no me meto. A fin de cuentas no has dejado de ser mi jefe. No, no sé quién es tu amante secreto, aquél al que le eres tan devoto y que quieres tanto. No sé quien es el amante al que quisieras darle todo y estar a su lado por toda una vida.

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