Coleccionando amantes de paso en las sábanas de un cuarto de hotel (Capítulo final)

“Tontito… ¿no lo has descubierto todavía? Eres tú gatito”. ¿Yo? ¿Yo tu amante secreto? ¿Yo el que te roba el sueño, el que te ilusiona, al que le entregarías todo? ¿He sido yo todo este tiempo la persona a la que más quieres? Bajo la mirada y me hundo nuevamente en su pecho. No sé qué decir… lo abrazo con más fuerza. Me siento tan bien. Nunca había estado tan seguro y feliz en los brazos de alguien, y eso que he pasado por muchos brazos, más de los que puedo contar. Nunca me sentí así… nunca sentí esto dentro de mí. Es nuevo, es raro… es lindo.
Levanto la mirada, lo veo, sonrío. Sí, yo también le quiero. Ya no quiero más rosas secas, ya no quiero más amantes marchitos. Sólo quiero una rosa, roja como la pasión y dulce como el amor, que no se marchite jamás. Sólo lo quiero a él, a quien, muy en el fondo supe desde el inicio, siempre quise. Sólo quiero estar a su lado por siempre, hasta que muera en sus brazos, tal como estoy esta noche.
Él toma mi cara, y se acerca lentamente. Mi primer beso, y no dudo en hacerlo. He entregado mi cuerpo muchas veces, pero mi alma y mi corazón siempre han estado intactos. Pero ahora quiero entregarlos también, quiero dárselos a él. Cuando me bese me habré perdido y seré ahora única y exclusivamente de él. Sus labios se ven tan hermosos. Su aliento sobre mi cara es tan dulce. A partir de ahora, él y yo seremos uno solo. Me desharé de mis rosas secas y saldré de esa habitación. Iniciaré una nueva vida, a su lado… Ahora podré saber lo que es ser feliz en verdad. Es una promesa que ambos nos hacemos, de amarnos hasta el fin de los tiempos.

Y selló la promesa con un beso.